
Se dice pronto: medio siglo de vida.
Sí, ya tengo 50 años. O, como yo digo, ya soy talla L.
Bromas aparte, en este medio siglo de vida me ha pasado de todo, un cúmulo de vivencias de diversa índole. Al mirar atrás, puedo ver el sinuoso camino que he recorrido, lleno de experiencias tanto positivas como negativas. Mi vida hasta ahora ha sido un tapiz de momentos tejido con hilos de alegría y amor, pero también de tristeza.
Supongo que como la de cualquiera.
Echando la vista atrás en este medio siglo de vida
Al hacer balance, me vienen a la mente recuerdos de mi niñez en los que la inocencia y la curiosidad eran mis guías. Las celebraciones familiares —cumpleaños, pascuas, veranos, navidades— eran oasis de felicidad en el desierto cotidiano.
También, y desde muy joven, me he topado con la oscura sombra de la muerte. Se presentó como un visitante no deseado y se llevó a seres queridos que dejaron un vacío profundo en mi corazón. Cada despedida fue una lección dolorosa sobre la fugacidad de la existencia humana. Aprendí a apreciar cada momento como si fuera el último.
En este periplo llamado vida he conocido a personas excepcionales que me han dejado una marca imborrable. Amigos que se han convertido en familia, compañeros de viaje imprescindibles cuyas historias se entrelazaron con la mía. Juntos construimos puentes que han superado desafíos y adversidades. Pero, como en la trama de un buen relato, también hubo giros oscuros.
En el amor experimenté la danza de encuentros y despedidas. Rupturas que dejaron cicatrices desgarradoras, aunque el corazón, sorprendentemente resistente, fue capaz de seguir adelante.
Y no puedo dejar de mencionar que al fin logré publicar mi primer libro, Amphibión. El año 2023 fue el año de Noyte. Se hizo realidad mi sueño de convertirme en escritor. Nunca es tarde cuando la dicha es buena.
Ya más recientemente, salí de mi zona de confort y empecé mi andadura como divulgador de la historia de Roma, mi pasión desde que tengo uso de razón, como puedes ver aquí.
Aún hay camino por recorrer
En definitiva, tras medio siglo de vida miro atrás con sabiduría y adelante con expectación. Las arrugas en mi rostro cuentan historias de risas compartidas y lágrimas derramadas. Cada experiencia, buena o mala, es tinta en el libro de mi vida.
Me queda camino por recorrer. No sé qué capítulos me depara el futuro; aun así, estoy preparado para abrazarlos con valentía y gratitud por todo lo que he vivido hasta ahora. Mis recuerdos, como estrellas en la noche, brillan con la intensidad de una vida feliz y estoy listo para seguir escribiendo mi historia con la pluma de la experiencia.